EN EL PERÍODO comprendido entre las dos campañas balleneras, Greenpeace abrazó otra causa: la caza de cachorros de foca groenlandesa en Terranova. Todos los años mueren cientos de miles de focas, sobre todo a manos de cazadores profesionales de Noruega y Canadá. Los cazadores caen sobre los cachorros en febrero y marzo, cuando sólo tienen unas semanas de edad, los golpean con un palo en la cabeza y les arrancan la piel inmediatamente.
A mediados de la década de 1270.al Intensa caza había reducido la mitad la población de focas. Los pueblos nativos y los primeros colonizadores de aquellas tierras cazaban focas adultas para aprovechar la carne, la piel y el aceite, pero los cazadores profesionales, que actuaban desde hacía muchos años sin cuotas. sólo querían las pieles para hacer abrigos, guantes, complementos forrados de piel, botas de esquí y otros artículos «de lujo»
La opinión pública ya había reparado en las carnicerías de focas años atrás, irónicamente gracias a una película de promoción turística de Quebec; los espectadores de Canadá y EE.UU. contemplaron conmocionados una secuencia, ideada por reflejar la vieja
lucha entre el hombre y la naturaleza, que recogía la muerte a palos de focas recién nacidas.

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Sangre en el Hielo
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